Introducción
El rendimiento deportivo se basa en la calidad efectiva del movimiento. Para las deportistas, especialmente en deportes de equipo como el rugby, dominar las habilidades de movimiento fundamentales (FMS) como la estabilidad, la locomoción, la coordinación y la conciencia es clave para desarrollar agilidad, fuerza y coordinación. Las entradas en calor adecuadas preparan el escenario para un rendimiento óptimo al activar los músculos y preparar las articulaciones para movimientos dinámicos, mientras que los programas estructurados de prevención de lesiones son vitales para un juego seguro, particularmente en deportes de alto contacto. Además, herramientas como cuestionarios de bienestar, medidas de preparación y monitoreo de la carga de entrenamiento ayudan a las deportistas y a los entrenadores a manejar las demandas físicas, asegurando un rendimiento sostenible y reduciendo el riesgo de sobreentrenamiento y lesiones.
Importancia del Desarrollo de una Calidad de movimiento efectiva
La competencia del movimiento se describe como la capacidad del deportista para realizar tareas básicas de movimiento con alineación, estabilidad y eficiencia biomecánicas satisfactorias (Lundgren y otros, 2014). Como se describió anteriormente, el desarrollo de habilidades de movimiento fundamentales (FMS) debe priorizarse durante la primera y media infancia y el entrenamiento a lo largo de la vida de la deportista (Lloyd y Oliver, 2012). La FMS requiere la activación de grandes grupos musculares y se puede clasificar como habilidades de control de objetos y locomotoras. Las habilidades de control de objetos implican el transporte, intercepción y proyección de objetos a través de actividades como lanzar, atrapar, driblear, patear, rodar por debajo de la mano y golpear, mientras que las habilidades locomotoras incluyen correr, saltar, rebotar, brincar, trotar y deslizarse (Logan y otros, 2012).
La calidad efectiva del movimiento en el entrenamiento de resistencia no se trata simplemente de ejecutar ejercicios con precisión; implica lograr un equilibrio de estabilidad, movilidad y coordinación que mejore el rendimiento general. Los patrones de movimiento de alta calidad permiten a las deportistas utilizar todo su potencial al involucrar los grupos musculares apropiados y minimizar las estrategias compensatorias que pueden provocar lesiones o una producción de fuerza ineficiente.
La mala calidad del movimiento, como la alineación incorrecta de las articulaciones o los desequilibrios musculares, puede causar patrones de carga subóptimos. Esto puede conducir a una biomecánica alterada, reduciendo la eficiencia del movimiento y limitando la capacidad de la deportista de producir la máxima fuerza o potencia (Bennett y otros, 2019).
Desarrollar una calidad de movimiento efectiva desde el principio, especialmente durante la fase de aprendizaje de nuevos ejercicios, ayuda a sentar las bases para mejorar el rendimiento y la resiliencia. Enfatizar la calidad del movimiento también permite a la deportista maximizar los beneficios del entrenamiento de resistencia al permitir cargas e intensidades de entrenamiento más altas sin comprometer la seguridad o la forma. Este principio subraya la necesidad de un enfoque estructurado que priorice la técnica y la competencia de movimientos antes de agregar carga externa o aumentar la complejidad del ejercicio.
Al cultivar la calidad del movimiento, las deportistas no solo mejoran su capacidad para realizar ejercicios específicos, sino que también mejoran su capacidad funcional general y su atletismo, lo que se traduce en un mejor rendimiento en diversas actividades deportivas.