Terapia con fluidos intravenosos

El soporte principal del shock hemorrágico es el control de la hemorragia y el traslado del jugador lesionado al servicio de emergencias de atención traumática más cercano una vez que sea seguro hacerlo y con el personal y equipamiento adecuado.

Si hubiera tiempo, siempre que no demore el traslado, se procurará el acceso intravenoso. Esto típicamente consiste en la colocación de dos cánulas intravenosas gruesas (14G o 16G) en cada fosa anterocubital. Si esto no fuera posible (si se sospecha un traumatismo de la columna cervical), se puede acceder por vía intraósea. En la práctica común, se realiza a través de la superficie anteromedial de la tibia, dos dedos por debajo de la tuberosidad tibial, o en la cara anterior del húmero proximal.

Acceso IV con una cánula de gran calibre (14 g) a través de la fosa anterocubital

Acceso intraóseo colocando una aguja interósea en la cara anteromedial de la tibia

La terapia con fluidos sólo se realiza en el ámbito prehospitalario si el paciente ha perdido su pulso radial o la presión arterial sistólica (PAS) es inferior a 90 mmHg. Se administra fluido cristaloide en bolo líquido de 250 ml. Es fundamental que después de la administración de cada 250 ml, se vuelva a evaluar el paciente para identificar si el pulso radial ha vuelto (o la PAS>90 mmHg). Si este es el caso, entonces no se debe administrar más fluido a menos que el pulso radial se pierda nuevamente (respuesta transitoria) o la PAS caiga por debajo de 90 mmHg.

La reanimación equilibrada es clave en el manejo de un jugador lesionado en estado de shock hemorrágico. El seguimiento de los lineamientos médicos anteriores asegura que el fluido sólo sea suministrado cuando sea necesario para facilitar la perfusión de los órganos finales. Suministrar grandes volúmenes de fluidos de reanimación cuando no es necesario, por ejemplo, pulso radial o PAS> 90 mmHg, resulta potencialmente en que se remueva el primer coágulo con el aumento de la PAS y la dilución de los factores de coagulación y plaquetas restantes. Esto puede provocar una hemorragia incontrolable.

Es importante, al descubrir que el jugador lesionado ha perdido su pulso radial, verificar el pulso central, por ejemplo, carótida, para asegurarse que no haya sufrido un paro cardíaco. Si este es el caso, la RCP debe comenzar de inmediato. En el traumatismo del torso penetrante el manejo del fluido es guiado por la presencia o ausencia del pulso carotídeo. Las excepciones a estos lineamientos son: lesiones graves en la cabeza donde se administra líquido para mantener la presión de perfusión cerebral, shock séptico, anafiláctico y en pacientes embarazadas.

En todos los jugadores lesionados o enfermos la reevaluación regular es fundamental. Esto debe hacerse por lo menos cada cinco minutos o cuando surjan signos de deterioro o después de una intervención que incluye la reanimación equilibrada con líquidos descripta anteriormente después de un bolo líquido de 250 ml de líquido de reanimación.